Tratar la arquitectura que se desarrolla entre 1939 y 1948 es un tema realmente estimulante que tiene múltiples vertientes, todas ellas muy interesantes. En primer lugar, hay que hablar de la vivienda “popular”. El problema de la vivienda, bien presente en la ciudad desde el último cuarto del XIX e insuficientemente resuelto por las migradas iniciativas emprendidas desde la Ley de Casas Baratas de 1910, se ve notablemente agravado por las destrucciones de la guerra y por el fuerte incremento poblacional que generó la inmigración forzada por el conflicto. El nuevo régimen tratará de hacer frente al problema bajo el paraguas simbólico de la “Restauración” por medio de la promoción de “grupos”.
Una modalidad que hizo proliferar esta especie de conjuntos, siempre en ubicaciones periféricas, con una baja calidad de materiales, pero con bastante interés arquitectónico (islas de morfología heredada del racionalismo), a pesar de la relectura paternalista de la época. La Obra Sindical del Hogar, Regiones Devastadas, la Iglesia y algunas grandes empresas fueron las promotoras. Una política que no impidió la proliferación de barracas en el cauce del río y que la riada de 1949 se encargó de demostrar (y desmontar).
Otra línea constructiva fue la protagonizada por el Auxilio Social con el preventorio de San Francisco Javier en Campanar, promovida por el Tribunal Tutelar de Menores como obra emblemática. Frente a estas iniciativas “sociales”, el periodo registró también una arquitectura de “grandeur”, como el Banco de Valencia, acompañada por la arquitectura simbólica del Monumento a los Caídos en la Puerta del Mar. Así mismo, deja su huella la nueva arquitectura de tipo monumental con una cierta profusión de pináculos y elementos decorativos en fachada localizadas preferentemente en la nueva Avenida del Oeste y otras ubicaciones centrales. Algunos edificios públicos de clasicismo exacerbado como la CNS o las Nuevas Facultades también participan de este espíritu de apropiación del espacio urbano por el nuevo régimen.
A pesar de las modificaciones estéticas impuestas, muchos edificios tuvieron proyectos que respondían, como no podía de ser de otro modo, al estilo racionalista dominante en los años 30, un estilo progresivamente arrinconado a favor de las nuevas tendencias estéticas del régimen. Un régimen que también procedió a una intensa y profunda depuración de los arquitectos que se habían significado en la defensa de los valores republicanos.
La Guía de la Valencia del primer franquismo (1939-1948), es un ambicioso proyecto editorial que intenta responder a la pregunta de qué sucedió en la ciudad de Valencia entre el final de la guerra de 1939 y la declaración del final del estado de guerra en 1948. Un intento de superar el silencio derivado del Pacto de la Transición (no cuestionar la esencia del relato franquista), de la “incomodidad” que aún hoy supone hablar de aquellos años y también de la dificultad de acceso a importantes fuentes documentales del periodo (materiales desaparecidos o dispersos).
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