La Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (por decirlo corto y raso, la Falange) fue la voz de expresión pública del régimen y, a la vez, la estructura de encuadramiento ideada por los ganadores. Dos roles que pierden progresivamente su protagonismo a medida que su discurso va perdiendo peso en el régimen franquista. Una perdida estrechamente ligada al tránsito del franquismo desde el puro fascismo al nacional catolicismo. Un tránsito obligado en parte por la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial pero que también muestra que la escenografía fascista de Falange fue adoptada por el dictador oportunista mientras le convino. Adopción de buen grado y con gran rendimiento pero nunca supeditación.
La Falange (el partido único), de inspiración netamente fascista y heredera, por tanto, del fascio de Mussolini y de las SS hitlerianas, fue un movimiento encabezado por jóvenes estudiantes de clase media y acomodada (Enrique Esteve, Bartolomé Beneyto, Rincón de Arellano y Maximiliano Lloret) que habían hecho suyo el pensamiento fascista de José Antonio caracterizado de forma sumaria por el rechazo de las injusticias sociales del estado liberal, un creciente anti-republicanismo y la superación de los conflictos de clase por la imposición del “nuevo estado” que, eliminada toda resistencia, habría de dar paso a una democracia orgánica.
Finalizada la guerra, la Falange controla rápidamente la tarea de organización de la represión feroz en la ciudad, al tiempo que se convierte en protagonista de actos masivos donde la cruz gamada y el brazo en alto dominan, junto al “yugo y las flechas”, la escenografía y la simbología fascista. Las Milicias de Falange (Guardia de Franco desde 1944 con Arrese) fueron un órgano paramilitar con un activo sistema de información alimentado, entre otras fuentes, por las continuas delaciones.
Muy pronto, el partido único se organiza con una serie de Jefaturas y Servicios (Sección Femenina, Prensa y Propaganda, el SEU, Auxilio Social, Sindicatos, Frente de Juventudes, Excombatientes, etc.) dirigidas al encuadramiento de la población, las adhesiones inquebrantables y una tarea inmensa de propaganda del nuevo régimen con algunos elementos como el circuito perifónico que dan una medida del control goebbeliano.
A partir de 1945, aunque la infiltración en la nueva burocracia y en los órganos de represión continuaría aún muchos años, la influencia de la Falange fue poco a poco menguando para dar lugar a otras culturas políticas del régimen (los carlistas, la larga sombra eclesial, los empresarios provenientes de la DRV…) que serían hábilmente combinadas por el dictador para mantenerse y perpetuarse en el poder.
La Guía de la Valencia del primer franquismo (1939-1948), es un ambicioso proyecto editorial que intenta responder a la pregunta de qué sucedió en la ciudad de Valencia entre el final de la guerra de 1939 y la declaración del final del estado de guerra en 1948. Un intento de superar el silencio derivado del Pacto de la Transición (no cuestionar la esencia del relato franquista), de la “incomodidad” que aún hoy supone hablar de aquellos años y también de la dificultad de acceso a importantes fuentes documentales del periodo (materiales desaparecidos o dispersos).
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