El 1 de abril de 1939, el año de la Victoria, la ciudad, más allá de la recuperación del nuevo título imperial de la Valencia del Cid, fue el año del shock, del inicio de la imposición por la fuerza de los nuevos parámetros y valores de los vencedores de la guerra, de la España fascista y al tiempo nacionalcatólica. Los guardianes y artífices de esta imposición fueron, de forma inmediata, los quintacolumnistas que surgieron a la luz pero, sobre todo, la Columna de Orden y Policía de Ocupación del coronel Aymat, el Cuerpo del Ejercito de Galicia (83ª División) comandado por el General Antonio Aranda, y la Tercera Compañía de Radiodifusión y Propaganda encargada de construir el nuevo relato de los ganadores.
Una ocupación en toda regla que se prolongaría los ocho años siguientes con la estrecha, activa y voluntaria colaboración de algunos factótums del nuevo régimen. El año de la Victoria anticipó, sin embargo, todos los males que acechaban a la ciudad. Y fue un arranque en toda regla: la reclusión en la Plaza de Toros de los militares republicanos; la sobresaturación de todas las cárceles con presos políticos; los 778 asesinatos del primer año disfrazados de consejos de guerra sumarísimos; el cambio de decorado cromático provocado por las camisas azules falangistas con correajes y boinas rojas de la Sección femenina; la imposición inmediata (mayo 1939) de las cartillas de racionamiento que tardaron en desaparecer (1952); el miedo a las continuas delaciones; la descarada imputación a las “hordas rojas” de la destrucción originada por los bombardeos fascistas; el hambre y el olor a boniato asado; las magnas manifestaciones del nuevo orden con motivo de la visita de Franco el 2 de mayo; la misa de desagravio a la Virgen (14 de mayo) o la entronización del Sagrado Corazón (16 de julio); las “reclamaciones de bienes inmuebles” (cerca de 3.000 declaraciones juradas) de todo aquello supuestamente robado por los rojos y donde se retrataron los adictos al régimen; la apropiación del espacio urbano y los cambios en los nombres de las calles y, por último, los grandes proyectos fascistas de remodelación de la ciudad que rezumaban grandeur y prefiguraban la deseada y utópica ciudad falangista.
Todas estas manifestaciones dejaban bien claro quiénes eran los vencedores, los valencianos de arriba que iban a protagonizar una gestión autárquica y oligárquica de los asuntos públicos siguiendo el adagio “vicios privados, publicas virtudes”. Un anuncio de lo que le esperaba a la ciudad.
La Guía de la Valencia del primer franquismo (1939-1948), es un ambicioso proyecto editorial que intenta responder a la pregunta de qué sucedió en la ciudad de Valencia entre el final de la guerra de 1939 y la declaración del final del estado de guerra en 1948. Un intento de superar el silencio derivado del Pacto de la Transición (no cuestionar la esencia del relato franquista), de la “incomodidad” que aún hoy supone hablar de aquellos años y también de la dificultad de acceso a importantes fuentes documentales del periodo (materiales desaparecidos o dispersos).
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